Capítulo 27: El dador de recuerdos.
- M.
- Feb 21, 2021
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Hace poco llegué a mi casa. Mi papá, que cultiva el hábito de la lectura desde corta edad, tiene una biblioteca dentro de ella. He tratado de buscar libros de mi interés. A veces encuentro, otras, no. No hemos podido coincidir en el gusto literario.
No obstante, encontré uno. Era chiquito y su estado no era el mejor. Era como si hace años no le dieran la atención que tal vez merecía. ¿Su título? “El dador de recuerdos”.
Hace muchos años atrás, o adelante del tiempo en el que nos encontramos, había una comunidad. Tenía algo especial: se podría decir, que era carente de vida o, si se le mira por el otro lado, era abundante de ignorancia.
Funcionaba de manera diferente. Un polo opuesto que nunca hemos conocido y que, por lo pronto, no vamos a conocer. Las personas se categorizaban por números; habían reglas un poco diferentes que regían la sociedad y, después de los 12 años, había una asignación de tareas. Estas determinaban el trabajo que iban a desarrollar por el resto de su vida. No era difícil, más bien, era sencillo. Era seguir con la corriente. Corriente incuestionable. Eso era lo que ellos llamaban “vida”.
Jonas era miembro de la comunidad; en específico, de la sección once. Tenía 11 años. La ansiedad corría por sus venas y los nervios se le notaban en la frente; tomaban forma de una gota bajando por cada arruga y pliegue. El día de la asignación había llegado. Era su turno.
Se podría decir que las tareas eran tradicionales… Todas, menos una. A Jonas, se le entregó la tarea más particular, única e inexplicable de todas: ser “el recibidor de recuerdos”. Nadie conocía ni sabía de qué se trataba una de las asignaciones más fundamentales de la comunidad. Asignación que, sin duda alguna, mantenía viva la esperanza, la paz y el equilibrio. Jonas se volvió un misterio andante; vivía de un regalo que nadie más conocía, que nadie más había escuchado, sentido ni tocado.
Nunca pensé que este libro me iba a robar tanto el aliento. Me hizo soñar. Me hizo querer levantarme todos los días emocionada a leer la página siguiente. Es un libro que, sin duda alguna, me enriqueció, me abrió los ojos y me llenó de gratitud.
Por el otro lado, es muy corto y extremadamente sencillo, tanto, que es posible leerlo todo en un solo día. Tiene 200 páginas que convierten los días en horas y las horas en segundos. Pocos libros tienen esa especialidad. Pocos libros toman vida propia.
“El dador de recuerdos”, es uno de ellos.

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