Capítulo 45: Una educación.
- M.
- Aug 9, 2021
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Es increíble cómo estas cosas pasan y no nos damos por enterados. Es aún más increíble, como pensamos que la probabilidad de que existan es relativamente baja o nula. Y, aun así, no nos sorprendemos en su totalidad cuando suceden, cuando leemos una de estas historias en 300 páginas y nos damos cuenta de que podemos estar más atrasados, como sociedad, de lo que pensábamos.
Podemos, o estar viendo parcialmente la realidad que está al frente de nuestros ojos, o no pudiéndola ver en absoluto.
Esta es la historia de una niña que nació en Buck Peak, Idaho, entre el desierto, las montañas, los vientos calurosos y una comunidad relativamente pequeña que compartía ideologías, unas buenas, otras no tanto. Unas que encarcelaban pensamientos y personalidades, otras que, después de tanta presión y sufrimiento, ayudaban a liberarlas.
Tara Westover nació en 1986 en una montaña que, al bajar el sol, sus sombras introducían a una princesa. Tenía siete hermanos y dos padres presentes, unidos por la creencia absoluta en el mormonismo, los Illuminati, el gobierno como enemigo y un anticristo, y la llegada del último día… En otras palabras, el fin del mundo.
En una familia tan poco convencional, Westover tuvo su primer certificado de vida a los nueve años, la educaron en casa con dos libros, casi no logra ir a la universidad, y después de tomar el camino menos esperado y profundamente apoyado, aprendió del holocausto y de la historia del racismo a los 17 años; seis meses antes de ser aceptada en un intercambio en la Universidad de Cambridge.
Su perspectiva de vida estaba basada en su madre, herbolaria y partera; su padre, que trabajaba en un depósito de residuos; y la mayoría de sus hermanos, que, entre la mentalidad conservadora y religiosa, consideraban que la palabra que más definía, con exactitud, a una mujer de mentalidad libre, con voz propia y decisión, era “Puta”.
Esta era la vida de Westover. ¿Fácil? Lo más alejado posible de ello. ¿Real? Para los que tan poco conocemos del mundo por fuera de la bola de cristal, a simple vista, parecida a la ficción, pero al detallar el panorama, su vida era tan cruda, real y tangible como podría llegar a ser.
Es aquí cuando las cosas cambian: cuando nos damos cuenta de lo que define nuestra vida y de lo que define nuestro alcance dentro de ella. Una educación es una historia de amor propio, donde no había amor en lo absoluto. De resiliencia, donde una casa funcionaba como sinónimo de cárcel. Es una historia de sueños, en un lugar donde únicamente se vivían pesadillas.
Tara Westover se enseñó a sí misma matemáticas, historia, ciencia. Esta es una historia de crecimiento personal, donde nos damos cuenta de que, sin educación, no somos absolutamente nada y que, por esto mismo, hay tantas personas que están dispuestas a renunciar a todo, para obtenerla.
Nuestras mentes se forman por lo que, a nuestro alrededor tendemos a observar y a presenciar. Es así, como lentamente nos acostumbramos a lo que vemos, a lo que sentimos, a lo que tocamos y a lo que vivimos. En ese preciso momento, es cuando la vida, de la noche a la mañana, ya nos pertenece: cuando nos damos cuenta que somos lo que vivimos, por lo que vivimos.
En pocas palabras, lo único que me queda para decir, es que esta es una gran autobiografía.
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